Clásicos • 03 Jan 2023

Cada 1 de mayo, los aficionados al automovilismo de todo el mundo recuerdan con tristeza el increíble accidente del Gran Premio de San Marino en Imola, que se llevó la vida de uno de los pilotos más espectaculares de la Fórmula 1.
Hoy, no quedan dudas sobre lo que causó la salida de pista de Williams, en la curva Tamburello, ni sobre lo que mató al mago Senna. Una costura precaria en la barra de dirección, hecha apresuradamente antes de la carrera, no soportó la violenta carga G lateral de la curva de alta velocidad y se rompió. Sin dirección, el coche de Senna pasó recto por Tamburello y se chocó en ángulo cerrado con una pared de hormigón, a más de 200 km/h. Un brazo de la suspensión delantera se soltó, atravesó la visera del casco, y perforó la sien del piloto como una lanza. Muerte casi instantánea delante de las cámaras de TV.
Senna muerto, la F1 nunca más sería la misma. Fue el fin de la era de pilotos audaces y románticos, como Juan Manuel Fangio y Gilles Villeneuve. Ni el “extraterrestre” Michael Schumacher, con sus siete impecables campeonatos, consiguió ofuscar el brillo del tricampeón brasileño. Pocos grandes nombres surgieron después de la era Schumacher. Solo más recientemente nuevos talentos, como Sebastian Vettel, Lewis Hamilton y Max Verstappen reanimaron un poco la F1.
Personalmente, siempre me gustó más Nelson Piquet que Senna. Tal vez por la irreverencia de Piquet, de su modo desencanado de bon vivant, más cercano a los placeres de la vida. Pero, por supuesto, también por su extraordinaria sensibilidad para golpear un coche de carreras, su inteligencia al volante, y por adelantamientos sensacionales. Como la que impuso al propio Senna, en aquel inolvidable GP de Hungría de 1986. Pista bloqueada, sin puntos de adelantamiento, Piquet lanzó su coche de lado, delante del de Senna, al final de la recta, como si fuera un kart, y se fue.

Pero tampoco olvidaré los grandes momentos de Senna – sobre todo en la lluvia. Estoy recordando la “vuelta mágica” de Donington Park 1993. Él realmente fue demasiado. Pero, su obsesión casi religiosa por la victoria nunca me pareció muy, digamos, saludable. Ni a mí, ni a uno de sus grandes amigos, el médico que actuó en F1 entre 1978 y 2005, el Dr. Sid Watkins (fallecido en 2012).
Se cuenta que un día, después de una carrera en que Senna hacía vuelta más rápida sobre vuelta más rápida, ya muy por delante del segundo colocado, el Dr. Watkins habría aconsejado al brasileño que, para ganar, no hacía diferencia colocar 10 segundos o solo 1 sobre el segundo colocado. Sería más inteligente correr lo suficiente para llegar primero, solo. Sin correr riesgos innecesarios. Claro que Senna no le hizo caso. Hoy, los dos amigos deben sonreír, melancólicos, al recordar esta conversación en alguna otra dimensión, en la cual nada más puede herirlos.
Irineu Guarnier Filho es brasileño, periodista especializado en agronegocios y vinos, y un entusiasta del mundo del automóvil. Trabajó 16 años en un canal de televisión afiliado a la Red Globo. Actualmente colabora con algunas publicaciones brasileñas, como Plant Project y Vinho Magazine. Como antigomobilista ya escribió sobre automóviles clásicos para blogs y revistas brasileñas, restauró y coleccionó automóviles antiguos.