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Entre 1970 y 1971, el equipo de John Wyer defendió los colores de Porsche en el campeonato internacional de marcas. Entre los muchos conductores de primer nivel que se sentaron al volante de los magníficos Porsche 917 con los colores del Golfo, el suizo Jo Siffert, piloto de Porsche desde 1966, mantendría su estatus de líder indiscutible al volante de los automóviles alemanes. Pero John Wyer también contrató a un pequeño mexicano, de nombre Pedro Rodríguez, que ya había ganado las 24 Horas de Le Mans para el equipo, en la época del Ford GT40.
Colocados en coches diferentes y sin querer asumir otro puesto que no sea el de dirección, Siffert y Rodríguez se olvidaron del interés común del equipo y de todo lo que es normal en las competiciones de resistencia, pasando a centrar toda su acción en la voluntad casi obsesiva de superación del compañero.
Juntos escribieron entonces algunas de las páginas más bellas ya la vez locas de la historia del Mundial de Marcas, en constantes alardes de virtuosismo, siempre con su compañero en la mira, antes que a cualquier otro contrincante. Así bajaron los dos codo a codo por la “Eau Rouge” (una de las curvas más difíciles del mundo), con los coches tocándose, en la salida de los 1000 Km de Spa-Francorchamps, en 1970. Y al año siguiente , en la misma carrera, apenas dejaron tocar el volante a sus compañeros, pilotando ambos durante la mayor parte del transcurso de la carrera, ya que al final Pedro Rodríguez batió el récord histórico de 1000 km (todavía invicto) al cortar la línea de meta 4h01 después de haberle dado el partido.
Por supuesto, esta rivalidad, con todos los riesgos que implicaba, fascinó a los fanáticos y ayudó a mistificar “la era Porsche 917” como uno de los puntos más altos en la historia del automovilismo. Pero no terminaría bien…
Pedro Rodríguez moriría al volante de un Ferrari 512M particular durante una carrera menor en el Norisring, donde ingresó en busca del valioso premio monetario que estaba en juego.
Un verdadero drama, particularmente sentido en México, donde Pedro fue un héroe nacional. Disgustados, los organizadores locales cancelarían el Gran Premio de México de Fórmula 1 de ese año (cabe señalar que Rodríguez y Siffert mantuvieron una carrera en la Fórmula 1 paralela a la de resistencia, donde fueron compañeros en BRM).
La cancelación del Gran Premio de México dejó una vacante en el calendario que fue aprovechado por los británicos para organizar una carrera fuera del campeonato en Brands Hatch en la que Siffert no pretendía participar: ese fin de semana tenía una carrera en Japón, donde tenía para alinearse con su Porsche 917 de Can Am. Pero las dificultades para transportar el vehículo obligaron al suizo a reconsiderar el programa y alinearse con el BRM en la carrera de Fórmula 1… donde encontraría la muerte.
Para entender mejor la dimensión del drama, la muerte de Jo Siffert se sintió en Suiza con la misma intensidad con la que se vivió la muerte de Ayrton Senna en Brasil. El funeral del piloto de Porsche reunió a más de 50.000 personas que acudieron para rendir un último homenaje a su héroe.
Esta foto mía en color fue tomada precisamente ese día, con el Porsche 917 K de Siffert abriendo el cortejo fúnebre por las calles de Friburgo.
Así, de la forma más dramática posible, se cerraba una página gloriosa en la historia del automovilismo. Unidos en la pista y el destino, los dos mayores rivales en la historia de la resistencia habían muerto con semanas de diferencia y los fantásticos Porsche 917 estarían prohibidos para la temporada siguiente.
El final de una era, breve, brillante, intenso y dramático.
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