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Al igual que en muchos otros sectores de la vida portuguesa (y también extranjera), el TAP no escapó a la costumbre de las novatadas. Como siempre, las víctimas eran los novatos/jóvenes que acababan de entrar en la empresa y a los que los mayores hacían todo tipo de travesuras. Nada que comparar con las tonterías absurdas que se hacen hoy en día en algunas escuelas y universidades portuguesas; se trataba simplemente de organizar bromas más o menos inocentes con el personal de los aviones de las que nadie salía herido ni humillado. Al contrario, todo terminaba con una buena carcajada y un brindis a la salud del novato. A la de los novatos, preferiblemente.
Una de las novatadas más “crueles” se hacía en el Boeing 707 cada vez que había un novato a bordo. Hay que tener en cuenta que a principios de los 70 algunos auxiliares de vuelo y azafatas empezaron su carrera en vuelos de larga distancia, convirtiéndose así en candidatos más que apetecibles para este ritual. Vayamos a la historia que llega tarde.
En la cabina del Boeing 707 había una escotilla que conducía a la bodega de electrónica, un compartimento relativamente grande donde estaban instalados los equipos que alimentaban la mayoría de los instrumentos de navegación e información. Teniendo esto en cuenta, se acordó con el jefe de cabina el momento oportuno para decirle a la azafata novata (esto siempre funcionaba mejor con las mujeres…) que el capitán la estaba llamando. La orden del capitán no tuvo discusión e instantes después la “víctima” entró en la cabina y se encontró con un espectáculo aterrador: ¡no había nadie, las sillas estaban vacías! ¡Horror! Siguió un grito agudo y una carrera de vuelta al Jefe de Cabina:
La foto que ilustra este texto (sí, soy yo a la izquierda…) se hizo durante un viaje con un grupo de alumnos de un colegio de Oporto que volaban por primera vez. Uno de los profesores colaboró en la novatada proporcionando atrezzo durante el procedimiento de embarque. Más tarde habría visitas a la cabina.
Durante las demostraciones de seguridad, mi querida Sara Caldas, azafata de vuelo, se dirigió al casi centenar y medio de jóvenes pasajeros y gritó con su bien colocada voz
– “Chicos: si os digo que os larguéis de aquí, os largaréis de aquí, de allí y de todas partes. ¿Entendido?”
Creo que fue el mejor y más eficaz discurso de seguridad que he oído en mi vida.
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