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La exclusividad de la oscuridad: cinco raros deportivos británicos de los años 60 y 70 (IV Parte)
Por Pedro Fernandes
Heredero del potencial de un sueño que tomó forma en un pequeño patio trasero, el Gilbern Invader demostró de forma concluyente que un coche de un pequeño fabricante, propulsado por un motor extraño, aún puede definirse como una de las creaciones más apasionantes de su época.
El Gilbern nació en el sur de Gales por iniciativa de Giles Smith, un carnicero con la ambición de construir un coche único y especial; un modelo deportivo para su propio uso, con carrocería de fibra de vidrio. Por casualidad, sin tener nada que ver con los coches, Smith conoció a Bernard Friese, un ingeniero y prisionero de guerra alemán que se había casado y se había instalado en Inglaterra tras la II Guerra Mundial, trabajando para un carrocero. Los dos hombres acabaron entablando una amistad que incluyó conversaciones sobre el coche que Smith había imaginado. En algún momento llegaron a la conclusión de que juntos podrían hacer realidad las ambiciones de Giles.
La mayor parte del tiempo se trabajó en un anexo del pequeño patio situado en la parte trasera de la carnicería de Smith. De hecho, el espacio en el lugar era tan escaso que, cuando el coche estuvo terminado, hubo que talar un árbol para poder retirarlo. Era 1959, y el Gilbern (Gil por Giles + Bern por Bernard) GT estaba listo para ser presentado al mundo.
La primera revisión que Giles y Bernard solicitaron fue la de Peter Cottrell, un piloto de carreras aficionado local. Cottrell probó el coche y quedó tan impresionado con lo que Smith y Friese habían conseguido que se convirtió en el primer cliente de Gilbern, tras presionar a Giles y Bernard para que el GT no fuera una pieza única.
La producción de la primera serie de automóviles comenzó en el mismo minúsculo astillero donde se diseñó y ensambló el prototipo. El Gilbern GT se vendía y entregaba sin motor ni caja de cambios, que (entre otros componentes como el escape y las llantas) corrían a cargo de los propietarios. Al adquirir el GT con la misma dinámica que un kit car, aunque mucho más refinado, los compradores evitaban los importantes impuestos que se aplicaban entonces a la compra de un coche nuevo.
En 1966, Gilbern estrenó un nuevo modelo, el Genie, un GT 2+2 más lujoso que el modelo que le precedía, basado en la mecánica del MGB, con carrocería de fibra de vidrio sobre chasis tubular. El Gilbern Genie podía tener una de las dos versiones del infinitamente adaptable Ford V6 Essex: el 2,5 litros o el 3,0 litros, y la mayoría de los coches de esta serie estaban equipados con carburadores dobles Weber, aunque algunos ya incorporaban sistemas de inyección. Al parecer, se construyeron 197 Genies, por debajo del GT, del que se vendieron casi 300 unidades.
En 1969, apareció el tercer modelo de la empresa: el Gilbern Invader. Manteniendo el diseño del Genie pero con mejoras significativas, como un chasis reforzado, frenos más grandes, suspensión adaptada del MGC e interiores actualizados para atraer a una clientela más exclusiva, el Invader podía adquirirse incluso en una atractiva versión familiar, un shooting break como el Lynx Eventer y el Volvo P1800ES. Producido en tres evoluciones, el Mk I en 1969, el MkII en 1970 y el MkIII en 1972, la versión más interesante es precisamente la última, constituyendo el MkIII una notable evolución estética respecto a las encarnaciones anteriores del Invader.
La tercera serie del modelo siguió confiando en la mecánica Ford, entonces con una nueva suspensión basada en la del recién lanzado (1970) Cortina MkIII, y el departamento de motores siguió a cargo del V6 Essex. Sin embargo, en términos de diseño, se rehicieron las molduras de la carrocería, introduciendo cambios que hicieron del Invader uno de los coches más atractivos de la década. El Genie que le precedió ya debía mucho al gusto italiano, en particular la inspiración claramente tomada en los Giulia Coupés (Sprint GT 105). Sin embargo, el Invader lleva esa inspiración más lejos, incorporando fuertes influencias del Fiat 124 Coupé y del Lancia Fulvia, haciéndose más anguloso, más bajo, más agresivo. La parrilla delantera se reduce de un tamaño y una forma demasiado parecidos a los del Morris 1100, lo que permite colocar el parachoques más alto, dando al Invader MkII un rostro más esbelto y moderno, un truco que Gilbern ha aplicado a la perfección y del que Jaguar puede incluso haber aprendido, ya que la compañía dio un tratamiento similar a la Serie II de su popular XJ en 1973, logrando uno de los cambios de cara más exitosos de la historia del automóvil. En resumen, y tomando prestado un tópico, el Invader MkIII es mayor que la suma de sus partes, tomando diversas influencias y refinándolas hasta lograr una fórmula innegablemente propia, en la que es poco probable que pueda señalarse otra opción estética que no sea la mejor posible, un logro extraordinario para el pequeño fabricante con apenas una década de historia.
A pesar de contar con el modelo adecuado, con el aspecto adecuado y la motorización adecuada, el Invader MkIII no supuso el inicio de una nueva fase de afirmación y crecimiento para Gilbern. En 1968, justo antes de que comenzara la producción del Invader (MkI), Giles y Bernard vendieron la empresa a una compañía con inversiones en diversos campos. En 1972, Gilbern sería vendida de nuevo, entonces por sólo una libra, lo que reflejaba unas deudas acumuladas de casi 100.000 libras. Ese mismo año, la producción de la empresa era de sólo cuatro coches a la semana, un ritmo insoportablemente bajo. En 1974, Gilbern, una de las (hasta ahora) tres únicas empresas de fabricación de automóviles con sede en Gales, cerró.
En la actualidad, un Invader MkIII en gran estado puede adquirirse, en el Reino Unido, por el equivalente a menos de 15.000 euros, lo que define a este modelo como uno de los últimos clásicos interesantes de la década de 1970 que siguen siendo asequibles.
Créditos de las imágenes: Classic Car Auctions, Bonhams y Car and Classic.