Clásicos • 07 Jan 2023

Nunca fue campeón del mundo de Fórmula 1, solo tuvo seis victorias, dos pole-positions, y sin embargo, Gilles Villeneuve logró ser uno de los pilotos más destacados de la Fórmula 1.
Nacido en Saint-Jean-sur-Richelieu, provincia canadiense de Quebec, el 18 de enero de 1950, Gilles Villeneuve inicia su carrera como piloto al volante de un Ford Mustang. Pero la falta de recursos financieros para continuar en el deporte automovilístico lo lleva a optar por las competiciones de motos de nieve, muy populares en Quebec, conquistando títulos en Canadá y en EE.UU. Gracias a los éxitos obtenidos, consigue reunir patrocinios para participar paralelamente en el campeonato canadiense de Fórmula 3, que vence en 1973, con siete victorias en diez carreras.
En 1974, año en que conquista el título mundial en motos de nieve, Gilles Villeneuve participa en el campeonato de Fórmula Atlantic. Los resultados no son los esperados pero la situación mejora el año siguiente y sobre todo en 1976, año en que se Sagra campeón de la modalidad con nueve victorias en diez carreras. Gana también el Gran Premio de Trois-Rivière, frente a invitados ilustres tales como Alan Jones y sobre todo James Hunt, quien, impresionado con el estilo combativo de Villeneuve, lo recomienda entonces a su equipo, McLaren, con quien ganará el campeonato mundial de Fórmula 1 ese mismo año.
En julio de 1977, el equipo británico propuso entonces un lugar al tan elogiado Villeneuve, para disputar el Gran Premio de Gran Bretaña de Fórmula 1. A pesar de haber terminado en el undécimo lugar, llamó la atención de un observador particularmente atento, a los lados de Maranello…

Dos meses después, Villeneuve realiza una prueba para la Scuderia Ferrari. La prueba, sugerida por Enzo Ferrari que quedó impresionado con la combatividad de Villeneuve en Silverstone, es concluyente encontrándose así un sustituto de Niki Lauda para las últimas dos carreras de la época. Pero la aventura con Ferrari comienza mal para el canadiense con su estilo “on/off” radicalmente diferente del estilo más metódico del austríaco, involucrándose hasta en un accidente trágico, con Ronnie Peterson en el Gran Premio de Japón, que causa la muerte a dos espectadores.
La temporada siguiente tampoco se inicia de la mejor forma, con Villeneuve siendo claramente dominado por su compañero de equipo, el argentino Carlos Reutemann. Incluso la prensa italiana pone en tela de juicio su lugar. Será la victoria en el Gran Premio de Canadá, al final de la época de 1978, marcando el inicio de la novela entre Gilles Villeneuve y los tiffosis.
Sobre todo en la época de 1979, Villeneuve conquistará a todos los observadores. Por estar en la lucha por el título con su nuevo compañero de equipo, el sudafricano Jody Scheckter, pero no solo. El Gran Premio de Francia vio la primera victoria de un motor Renault en la Fórmula 1, pero la carrera se hizo inolvidable por la lucha por el segundo lugar que envolvió a Villeneuve y René Arnoux.

Más tarde, en el Gran Premio de Holanda, Villeneuve lidera la carrera (después de un extraordinario adelantamiento de Alan Jones por el exterior), pero sale de la pista con un neumático pinchado… lo que no le impide volver a la carrera, recorriendo una vuelta casi entera con tres ruedas hasta los pits. ¡Los mecánicos tuvieron que convencerlo de que no había nada que hacer con la rueda destruida! Al final de la temporada, Jody Schecketer, más regular que Villeneuve, se convirtió en campeón del mundo, pero “il Piccolo canadese”, como ya se conoce en Italia, además de ser subcampeón, conquista los tiffosis… y la prensa! ¡La elección de Enzo Ferrari fue validada por todos!

1980 es una época para olvidar. El Ferrari 312 T5 está anticuado y no puede hacer nada contra los Brabham y Williams, terminando en la décima posición del campeonato de equipos. Villeneuve termina en 14º y Scheckter, el campeón en título, termina en 19º anunciando aún el fin de su carrera.
Pero la Scuderia Ferrari reacciona al año siguiente y Gilles Villeneuve hace una demostración de pilotaje en Mónaco y sus calles demasiado estrechas, a priori, para su estilo explosivo. Sigue una victoria en el Gran Premio siguiente, en el circuito de Jarama, en España.
Con Ferrari mostrando una mejor forma el año anterior, Villeneuve es visto como candidato al título de 1982. Pero la victoria se le escapa en las primeras carreras. En Imola, Villeneuve tiene su primera victoria de la temporada casi asegurada, pero es sorprendido por su compañero de equipo, Didier Pironi, que lo sobrepasa irrespetando las indicaciones de la Scuderia. En el podio el entorno es eléctrico, Villeneuve no oculta el sentimiento de traición. La próxima carrera tendrá el sabor de la venganza…
En la sesión de calificaciones del Gran Premio de Bélgica, en el circuito de Zolder, Jochen Mass en dificultad, ve en sus retrovisores un Ferrari que sigue a un ritmo diabólico. Es un Villeneuve determinado, que aún no ha digerido el episodio de San Marino y que va en busca de la pole position. En esa búsqueda enfurecida, Villeneuve no consigue evitar el March del alemán que proyecta el Ferrari por el aire…
Así, brutalmente, la Fórmula 1 pierde un piloto aparte, brillante, explosivo, showman sin ser vedeta, franco sin ser polémico… ¡Un piloto que Enzo Ferrari llegó a comparar con el gran Tazio Nuvolari! No fue el mejor piloto de la historia, pero por sus características, dentro y fuera de la pista, se convirtió en un piloto inolvidable.
