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Después del éxito de Miura, la sucesión era un desafío extremadamente difícil. Los hombres de Ferruccio demostraron su genialidad al negarse a descansar sobre los laureles. Stanzani comenzó con una hoja blanca. A excepción del motor, ahora montado longitudinalmente, el Countach era un modelo radicalmente diferente del predecesor. Y gracias al arrojo de Gandini, sería también radicalmente diferente de cualquier automóvil a la faz de la tierra, con una personalidad inimitable.
Cuando en 1987 Chrysler se convirtió en poseedor de la marca, se dio cuenta de que el Coun-Tach era casi un símbolo cultural y que era necesario capitalizar la fascinación generada por las líneas pe-las: las puertas en tijera, el frente afilado, el corte trasero del guardabarros, eran parte de la identidad Lamborghini, por lo tanto, el Diablo era poco más que una actualización del predecesor, lo que también permitió algunos ahorros en el desarrollo del modelo. Aunque manteniendo lo esencial de la plataforma, la distancia entre ejes fue extendida, así como el Compri-miento y la anchura y, con eso, se ganó en habitabilidad y seguridad.
La responsabilidad del diseño fue nuevamente entregada a Marcelo Gandini, pero el modelo final fue el resultado de mucha intervención de los estudios de Chrysler en EE.UU., que suavizaron las formas y mejoraron aspectos aerodinámicos. Un buen trabajo que ha permitido que lo esencial de las líneas se mantuviera actual hasta 2001.
El motor del Diablo era todavía una evolución sim-ples del diseño original de Bizzarrini, perfeccionado por Stanzani. Ago-ra con inyección electrónica y 5,7 litros de capacidad, el V12 cargaba 492cv y ofrecía 580Nm de par máximo.
Chrysler fijó el objetivo mediático de alcanzar las 200 millas/hora (320 km/h) de velocidad máxima y, en efecto, lo logró. Con una sonoridad acorde con la apariencia, el Diablo demostró ser colosal en las aceleraciones (a pesar del peso lo eleva) y brillante en las carreteras rápidas, sin embargo, era un automóvil radicalmente crudo para su era. Sin dirección la asistí hasta 1999 y sin siquiera ABS hasta 1993, no era un automóvil para principiantes y mucho menos para uso frecuente.
Cuando en 1998 Audi adquirió Lamborghini, hizo una completa “reenge-nharia” del Diablo, creando el VT 6.0 y VT 6.0 SE, más seguros y refinados y con un aspecto más moderno. Sin embargo, el espíritu “puro y duro” de la versión original, la hace un icono entre los supercoches.
Este automóvil se puede ver en la exposición “Lamborghini: 60 años cortando el viento“, patente en el Museo de Caramulo, pudiendo ser visitada hasta el 17 de septiembre, todos los días, entre las 10:00 y las 18:00.
Fotografías: Joel Araújo
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