Archivos • 10 Mai 1996
Archivos • 07 Out 2023
Los automóviles y las Exposiciones Universales: La Expo 1937 en París
Por Marco Santos
La Exposición Universal de París de 1937, oficialmente denominada Exposition Internationale des Arts et Techniques dans la Vie Moderne, fue la segunda que se celebró tras la fundación del Bureau International des Expositions y la última en Europa antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Esta exhibición que duró entre el 25 de mayo y el 25 de noviembre de 1937 contó con la presencia de 45 países y más de 31 millones de visitantes y, si por un lado se centraba en el arte y la tecnología como la designación oficial denuncia, las cuestiones políticas y coloniales tuvieron mucho protagonismo con la afirmación de esos varios estados totalitarios y de su propaganda como Alemania, Italia o Portugal y también, como era de esperar, de la gigante Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Como nota histórica se refiere aún la presencia de España, que a pesar de estar en curso la Guerra Civil (1936-1939), que oponía la Segunda República a las fuerzas del General Franco, marcó presencia y en su pabellón expuso la monumental obra de Picasso, Guernica, que denunciaba los horrores del conflicto.
En este ambiente de “paz podrida” la exposición transcurrió a lo largo de esos seis meses en las orillas del Sena y para llegar al lugar y circular en su interior se pusieron a disposición de los visitantes los más diversos medios de transporte, entre ellos un conjunto de Renault Celtaquatre hecho específicamente para el evento.
Con el desarrollo cada vez más acelerado de los motores de combustión, la movilidad eléctrica no era considerada por los principales fabricantes como una solución. Cuando se abrió la licitación para el suministro de vehículos para el interior de la exposición Louis Renault defendió el uso de mecánicas convencionales, no viendo viabilidad ni rentabilidad en una solución eléctrica. Ya Louis Verney de la SCF (Société Centrale de Chemins de Fers et d’Entreprises) no era de la misma opinión y presentó una línea de taxis y trenes turísticos para el recinto impulsados por electricidad que fue la ganadora del concurso.
Con el fin de reducir costes y ahorrar tiempo de producción Verney adquiere a Renault treinta y cinco chasis del modelo Celtaquatre para la producción de la flota de taxis de la exposición. En cuanto al modelo de serie, estos taxis comparten solo el chasis y el frente característico de los Celtaquatre, todo lo demás difiere de la producción de la marca del rombo.
Para el suministro de los motores y baterías la SCF contrata a Vétra (Société des Véhicules et Tracteurs Électriques) que desarrolla un conjunto de motor y baterías de 48 Voltios capaz de cargar 2,7 cv a las 2250 rpm. Las baterías colocadas en la parte delantera y trasera del coche añadían un peso de 600 kg al conjunto y permitían recurrir a la antigua Rue de Magdebourg (Hoy parte de esa arteria se llama Avenue Albert-de-Mun) diez veces sin recargar. La “caja de cinco velocidades” permitía seleccionar la velocidad de circulación del vehículo, que era de 4, 5, 8, 10 o 15 km/h, un ritmo más que aceptable para circular entre las atracciones y las multitudes que poblaban el espacio de la exposición y que permitía a los pasajeros apreciar el ambiente de la demostración. Además de los datos técnicos presentados poco más se sabe sobre el Celtaquatre Eléctrique, en una de las fuentes consultadas surge la información de que el vehículo sería capaz de alcanzar una velocidad de hasta 40 km/h. Curiosamente estos taxis fueron registrados con la marca Vétra y la denominación de Type 6A1, pero ya después de la exposición el único ejemplar que se conoce la matrícula fue registrado como Verney Type A.
La carrocería abierta y sin puertas, que como ya fue mencionado, compartía el frente con los Celtaquatre de producción, era por lo demás realizada en madera y revestida a Isorel, un material derivado de madera muy similar al platex.
Estos taxis transportaron a lo largo de la exposición a miles de usuarios, entre ellos muchos famosos, como el Duque de Windsor, Eduardo VIII, y su esposa Wallis Simpson y valieron a Verney un diploma Grand Prix por parte de la organización de la exposición. Desafortunadamente el paradero de los Celtaquatre Eléctrique es desconocido, habiendo sido posiblemente en su mayor parte desmantelados tras la exposición y víctimas de abandono o destrucción años más tarde durante la segunda Gran Guerra.
Duque de Windsor y Wallis Simpson