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Randy Regier nació en Omaha, Nebraska (EE.UU.), en 1964, una pequeña ciudad del medio oeste de Estados Unidos, con raíces profundamente relacionadas con el medio rural. Lejos de lo que sería la imagen de un estadounidense ‘habitual’, el padre de Randy conducía entonces un Volvo PV 544, el automóvil que sería el primer catalizador de sus memorias ligadas a este universo.
En 1967, la familia se mudaría a España y sería allí donde Randy recibiría de su padre un puñado de juguetes, como un Shuco F1 y un Corgi Mini Cooper comprados en Andorra. Sería 1969 el año del regreso a los Estados Unidos, más precisamente a la ciudad de Newton, en Kansas, donde Randy recibió su primer Hot Wheels: un modelo King Kuda. “Tras nuestro paso por España y el alunizaje de Estados Unidos en 1969, fueron tiempos increíbles para un joven, con una inmensa estimulación visual y nacional. Pero en aquellos años, la apariencia también se hacía a través de un objeto – normalmente un coche, un avión o un juguete de esas cosas – y así es como yo y otros de mi generación aprendimos a soñar y a desear aquello que, como niños, aún no podíamos tener en la realidad – como un adulto.”
A los 13 años, Randy compró su primer automóvil: un Volvo, claro, de 1964. La fascinación por los automóviles lo llevaría progresivamente a decidir que el sueño de una vida conectada a la tierra, al igual que su padre, no sería para usted. Es así que, mientras se convertía en un joven adulto, optó “por trabajar en la industria de la pintura automotriz y de la reparación de automóviles, pues pensaba (en la época) que era lo más cercano que podía llegar a los tipos de autos antiguos y exóticos que había aprendido a gustar tanto.”
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