Archivos • 14 Ago 2023
Talentoso, guapo, culto, educado, carismático… ¿Un actor de cine estadounidense? ¿Un príncipe encantado? No, un piloto de Fórmula 1. El hombre que reunía todas estas características: François Cevert.
El futuro piloto nace en París el 25 de febrero de 1944, en una familia adinerada, pero en el contexto particularmente adverso de la ocupación nazi. El pequeño François recibe el nombre de su madre y no el de su padre (Goldenberg), quien denunciaba sus orígenes judíos.
Terminado el conflicto mundial, el pequeño François recibe una educación exigente, típica de las “buenas familias” parisinas. Pero el niño bien educado que toca el piano también tiene una cierta pasión por los deportes de motor y manifiesta el deseo de ser piloto de Fórmula 1.
El patriarca, que ya imaginaba a su hijo continuando con la empresa familiar relacionada con la joyería, no ve con buenos ojos esta vocación y, por lo tanto, se niega a apoyar al joven François, considerando además que la Fórmula 1 no es más que “un deporte para millonarios y gigolós”.
Por lo tanto, el joven François trabaja para juntar dinero y financiar su ingreso al deporte automovilístico. Le falta el apoyo familiar, pero puede contar con el apoyo de su futuro cuñado, Jean-Pierre Beltoise, también piloto. Logra la cantidad necesaria para inscribirse en el Volant Shell de 1966 en el circuito de Magny-Cours. Gana la prueba, lo que le permite acceder al campeonato francés de Fórmula 3 al año siguiente, con el equipo Tecno. Si la temporada de 1967 es particularmente decepcionante, con 16 abandonos en 22 carreras, Cevert conquista el título en la temporada siguiente. Con este triunfo, asciende a la categoría superior, la Fórmula 2, logrando el tercer lugar en el campeonato europeo. Pero más que la clasificación final en el campeonato, fue una carrera en particular la que aceleró la carrera del ya prometedor piloto francés.
El Gran Premio de Reims de Fórmula 2, disputado el 29 de junio de 1969, cuenta con la participación de un piloto especial: Jackie Stewart, a punto de conquistar el título mundial de Fórmula 1 ese mismo año. Y es en esa prueba donde François Cevert se destaca al vencer al invitado estrella en la última curva.
El piloto escocés, impresionado, lo recomienda a Ken Tyrell, quien lo contrata en la temporada siguiente, para reemplazar a Johnny Servoz-Gavin, quien decidió terminar su carrera repentinamente a mitad de temporada. Así, François Cevert logra llegar al escenario principal del automovilismo, teniendo a Jackie Stewart como tutor.
Cevert se comporta como un alumno ejemplar, siguiendo las directrices de Tyrell y los consejos de Stewart. En 1971, en su primera temporada completa, Cevert se muestra como un eficaz compañero de equipo, terminando el campeonato en tercer lugar. Pero es sobre todo su victoria en Watkins Glen, en octubre, lo que convierte a François Cevert en una verdadera estrella. El piloto, con carisma “hollywoodense”, se convierte en una estrella. Si sus ojos azules ya seducían a innumerables mujeres, su victoria lo ayuda a ganarse el respeto del medio.
La temporada de 1972 no es tan emocionante como la temporada anterior y Cevert termina en sexto lugar. Como consuelo, logra el segundo lugar en las 24 Horas de Le Mans, al volante de un Matra-Simca MS670.
Finalmente, en la temporada de 1973, Cevert comienza a mostrarse al nivel de Stewart, el alumno alcanza al maestro. Después de los Grandes Premios de los Países Bajos y Alemania, Jackie Stewart confiesa a Ken Tyrell que Cevert podría haberlo superado varias veces si hubiera querido, lo que ilustra bien la integridad del piloto francés en relación con aquel que le transmitió todo lo que sabía. Son famosas las historias de rivalidad entre compañeros de equipo, pero con Stewart y Cevert es lo contrario: se respetan, son solidarios, son amigos e incluso van de vacaciones juntos, como en esa semana previa a otra carrera, en Watkins Glen.
El sábado 6 de octubre de 1973, nadie imaginaba que el escenario de la primera y única victoria de Cevert sería ahora el escenario de otra tragedia en la Fórmula 1. Poco antes del mediodía, ya al final de las calificaciones, el locutor anuncia un grave accidente involucrando a un Tyrell. Espontáneamente, Stewart piensa en el tercer piloto, Chris Amon. Pero cuando este llega a los boxes, haciendo señas de que no fue él la víctima del accidente, Stewart se da cuenta de que acaba de perder a su amigo. François Cevert muere, trágicamente, a los 29 años.
Y así terminó una de las más bellas amistades entre dos pilotos de Fórmula 1. También terminó la carrera de Jackie Stewart, que ni siquiera llegó a disputar su centésimo y último gran premio, lo que no impidió la conquista de su tercer título.
Muchos franceses (y no solo ellos), que veían en Cevert a un futuro campeón del mundo, recuerdan, aún hoy, su talento unido a la nobleza de su carácter. Quizás por eso le hayan otorgado el apodo de “le prince” (el príncipe).